
Cada vez que pienso en lo que pasó ayer se me ilumina la cara; hubo de todo, risas, llantos, momentos buenos, momentos de sufrimiento... pero lo más importante es que crucé la linea de meta de mi segunda maratón en un día increible. Ahí va la crónica:
Sábado 16:30h, me encuentro con el abuelo en la feria del corredor (un placer hablar contigo crack), vuelta por la feria y reunión con el resto de bloggeros (como siempre digo, es fantástico poder ir a cualquier parte de España y saber que hay alguien con quien poder charlar y compartir nuestra afición gracias a los blogs), estuvimos un rato hablando y después me marché.
Domingo 5:30 AM, madrugón, desayuno y camino de la salida con tiempo de sobra para prepararme, calentar y disfrutar del ambientazo de la salida; no puedo describir con palabras cómo me lo pasé desde que llegué hasta las 8:30 viendo corredores por todas partes, de lugares diversos y cada uno con su historia particular que les ha llevado al mismo punto que yo para correr 42 kilómetros por Barcelona.
Tras la salida pude comprobar que las liebres de 3:15 las tenía bastante más atrás por lo que decidí continuar mi camino en solitario. En el kilómetro 10 me di cuenta de que tenía las piernas más duras de lo normal, en especial mis dos isquios, quizás por estar tanto de pie el día anterior así que decidí bajar el ritmo un poco ya que iba a una media de 4:28 y llevaba bastante adelanto.
Del 10 al 15 fui un poco más despacio pero continué adelantandome a la marca prevista hasta pasar la media en 1:35:38 (dos minutos por encima de lo previsto). Uy, uy, uy, ya me estaba viendo jodidillo allá por el 35 pero bueno había que tirar para adelante con todo.
Poco a poco me iba quedando sin fuerzas notando como no podía mantener el ritmo que quería; en el kilómetro 30 todavía me quedaban las balas de los geles gracias a los cuales pude aguantar decentemente toda la avenida del litoral hasta el Arco del Triunfo, allí me dió mi primer toque serio el cuerpo en forma de amago de calambre por lo que no pude mantener más el ritmo que quería. Tuve que bajar a 4:45 del 35 al 37 y a 5:00 del 37 al final; en cada avituallamiento tomaba bebida isotónica para mitigar los calambres que cada vez notaba más (por suerte el tío del mazo sólo me rozó).
Por fin llegué al famoso paralelo (¿esto es llano?) viendo que se me escapaba el sub 3:15 por los pelos (ya tengo excusa para volver) pero ya me daba igual porque tenía una mezcla de sentimientos increible acordándome durante todo el último kilómetro de mi mujer y de mi peque de 7 meses. Al final entré en meta en 3:15:45 vacío de fuerzas pero lleno de otras muchas cosas que de verdad me importan.
Conclusión: Puedes sufrir o disfrutar durante una maratón pero lo que sientes cuando cruzas la linea de meta no se olvida nunca.
Dentro de unos días podré sacar conclusiones, ahora todavía estoy en una nube.